Síntomas de la deshidratación


Sed, sequedad de las mucosas y de la piel, sensación de ardor y acidez gástrica, somnolencia, fatigabilidad extrema, y si es más grave, ojos hundidos, pulso acelerado, descenso de la tensión arterial, fiebre, retención de líquidos (por lo que algunos órganos, como los riñones, comienzan a fallar, pudiéndose llegar al colapso y la muerte) son algunos de los síntomas de la deshidratación.
No sólo para clamar la sed…

– Beba de 1,5 a 2 litros diarios de agua, y si es verano y practica ejercicio, ingiera un aporte extra de líquido sin esperar a que la sed le avise.

– Las dietas ricas en grasas y proteínas requieren más líquido para eliminar sus restos metabólicos, ya que estos alimentos contienen menos agua que otros productos.

– El calor, la humedad y el ejercicio físico aumentan notablemente los requerimientos de agua de nuestro organismo.

– Quienes padecen cálculos de riñón, arenillas o infecciones urinarias deben beber más líquido.

– Café, alcohol, te y otras bebidas similares son diuréticos e incrementan la eliminación de líquido por la orina. Cuidado con ellos.

–  Infecciones, fiebre, vómitos y diarrea ocasionan una rápida pérdida de líquidos, a la que los ancianos y niños son más sensibles, que hay que reponer de inmediato. Un preparado de farmacia o un suero casero (agua con una pizca de bicarbonato y unas gotas de limón y azúcar) ayudarán a restituir de inmediato el liquido necesario.

– El envejecimiento va asociado a la desecación, a la pérdida de agua, que afecta a todos los tejidos del organismo, pero especialmente a la piel. Una óptima hidratación desde la infancia ayuda a mantener una piel joven.

Dependencia total hacia el agua


El agua es un alimento verdaderamente extraordinario y esencial para la vida: los alimentos y los gases se transportan en medio acuoso, los productos de desecho se expulsan del cuerpo mediante la orina y las heces, el agua regula nuestra temperatura, lubrica nuestras articulaciones y contribuye de forma decisiva a dar estructura y forma al cuerpo mediante la rigidez que proporciona a los tejidos, debido a que este preciado líquido no es comprimible. Además, una correcta hidratación contribuye a mantener la piel tersa y joven, ya que la deshidratación aguda o crónica provoca que la piel se arrugue y resquebraje con facilidad.
Aunque la pérdida de agua puede exceder a menudo al consumo, su contenido en el cuerpo permanece relativamente estable a lo largo del tiempo y, en caso de desequilibrio, una nueva ingesta de líquido permite ajustar en poco tiempo el nivel de agua que nuestro cuerpo precisa.
Un adulto sedentario, en un ambiente sin exceso de calor y humedad, requiere unos dos litros y medio de agua al día, que obtiene de tres fuentes: del líquido que ingiere (alrededor de 1200 ml), de los alimentos que consume (aproximadamente 1000 ml), y del que produce dentro del organismo como consecuencia del metabolismo, que equivale a cerca de 350 mililitros. Las frutas y vegetales son los alimentos que más agua contienen.

 

<foto de JAVIERMARCOGONZALVEZ>

La Importancia de beber agua

La vida es agua, sin agua no hay vida. El hecho de que el agua constituya alrededor del 60% del peso corporal en los hombres y cerca del 50% en las mujeres prueba ampliamente su importancia para la vida humana.

Gracias al agua nuestro organismo realiza funciones vitales como regular la temperatura corporal o transportar alimentos y gases.
Dado que el tejido graso o adiposo contiene escasa cantidad de agua, el porcentaje total de agua en el individuo obeso es inferior al que presenta el no obeso. La relación entre el peso corporal total del agua y el peso corporal libre de grasas, que se denomina peso magro, es bastante constante: en un adulto el peso total del agua representa alrededor del 72% de la masa magra corporal. Este espacio acuoso se distribuye en tres compartimentos: el agua de dentro de las células o espacio intracelular, el líquido intersticial (situado entre las células) y el líquido intravascular, que circula por dentro de los vasos sanguíneos. Como curiosidad hay que señalar que el líquido extracelular tiene una composición iónica similar a la del agua del mar, aunque más diluida. Estos tres compartimentos acuosos están en continuo intercambio para mantener un equilibrio correcto dentro del organismo.

Leido en Barcelona Viva

¿El agua respeta nuestra salud?


Afortunadamente a nuestros hogares llega el agua potable, pero… ¿Es la más saludable? ¿Tiene buen sabor? ¿Huele bien?

Vertidos industriales, productos empleados en la actividad agraria y ganadera, metales pesados, el exceso de cal, los subproductos de la desinfección del agua, etc. llegan en cantidades apreciables hasta nuestros grifos.

Dado que todas estas substancias no parecen ser necesarios para la vida, y en mayor o menor medida pueden poner en riesgo nuestra salud, se han desarrollado diversas tecnologías para depurar el agua de la red y eliminarlas.

Pero para cada uso del agua existen distintas necesidades, tenemos así tres posibilidades:
AGUA SANITARIA – AGUA DE CONSUMO – AGUA PARA LA DUCHA

AGUA SANITARIA
* Para el agua sanitaria existen, los sistemas anti-cal. Bien para eliminar la cal del agua (descalcificadores), o bien para que ésta sea menos incrustante (sistemas antiincrustantes). Acondicionan toda el agua que precisamos para nuestro uso sanitario (habitualmente entre 150 y 200 litros por persona y día). Se conectan inmediatamente después de la llave general de entrada de agua en la casa.

AGUA DE CONSUMO
* Para el agua de consumo, se eliminan los contaminantes del agua destinada exclusivamente para beber, cocinar y lavar los alimentos (habitualmente entre 3 y 5 litros por persona y día). Con distintas sistemas se consigue agua de diversos grados de calidad, obteniendo con las dos primeras tecnologías agua de pureza generalmente igual o superior a la de las aguas envasadas. Básicamente existen tres tecnologías: depuración al vapor o destilación, ósmosis inversa y filtros de carbón activo.

AGUA PARA LA DUCHA
* Para el agua de la ducha, existen unos filtros de carbón activo especiales, con substáncias que impiden la proliferación bacteriana. Estos filtros evitan los vapores de cloro y otros gases volátiles, impidiendo así su efecto sobre la piel, los pulmones y a menudo sobre nuestro maltratado sentido del olfato.